Como habían liquidado al gallo, ahora la gente se despertaba sobre las 12 del mediodía, y el día de hoy no era una excepción. La vida transcurría con normalidad. Los pájaros se comían las cosechas, los lobos arrasaban el ganado, las hordas de orcos masacraban a los niños, en fin, todo era normal.
Ajenos a su destino, nuestros héroes pasaban el tiempo plácidamente en la taberna «el carnero negro». El Guerrero del Antifax les contaba a los parroquianos cómo de regreso al pueblo se habían encontrado con unas réplicas suyas, a las que dieron muerte tras patear a los dos Nanos. Hay que aclarar que como no sabían el destino que había corrido Pipumpapumpí, el gemelo feo, se quedaron con el que encontraron, aunque antes le cortaron las dos orejas y el rabo, por lo que quedó más feo.