He recibido de oscuros y sarcásticos Dioses, gentuza sin duda con demasiado tiempo libre, una maldición y un don: la maldición es llegar al peor sitio exactamente en el peor momento; el don es la suerte del demonio. La maldición es infalible; el don, no tanto.
También nací con una inevitable tendencia a la calvicie y a la miopía, únicas herencias paternas que considero dignas de mención, así como de mi madre heredé la curiosidad y el olfato necesarios para descubrir los secretos de los demás, con la incansable perspicacia de una beata solterona en una ciudad pequeña.
Pude haber sido periodista y haber ganado el Pulitzer, pero me hice policía. Y no pregunten por qué. Mi psiquiatra y yo aún estamos estudiando el asunto.