Eran las 11 de la mañana. El Sol rugía alegremente. En la taberna «el carnero negro» la cerveza corría a raudales, arrastrando todo a su paso. Hombres, mujeres, casas. Todo.
– ¡Vamos a morir! – gritó Coñan en un ataque de consternación, mientras era arrastrado hacia el negro abismo.