Épico discurso de Akileo en Tierras Quebradas

¿Muerte en Tierras Quebradas?: épico discurso de Akileo

Enfrentarse a la muerte en Tierras Quebradas, como en cualquier otro juego de rol, no es fácil. Cuando te ves superado por todo, cuando la esperanza huye, cuando eres perseguido por demonios, cuando 4 autómatas habitados por virtudes te rodean, cuando el corazón de la gente se quiebra, nada resta ya , sino la más horrible de las muertes.

Excepto si tienes a Chan y a Akileo en tu lado de la batalla.

Excepto si Akileo, momentos antes de que un ejército de 50 mercenarios rompan las fortificaciones del bastión, se suba a unas piedras caídas y hable.

Eran 50 mercenarios, como digo. Entrenados para la guerra, disciplinados y bien dirigidos, crueles, no toman prisioneros y pasan por hierro y fuego a todas las personas que encuentran. Los otros, Akileo y Chan más apenas 9 guerreros, 11 campesinos que podían sostener una lanza y 22 mujeres, niños, heridos y enfermos que poco podían hacer.

Épico discurso de Akileo en Tierras Quebradas

Ante la inminente batalla, el desanimo empezó a extenderse entre los defensores.

Y fue entonces cuando Akileo habló.

No quiero daros una falsa esperanza, puesto que cuando esta caiga no quedará nada.
Contra lo que viene, no tenemos defensa: Nuestro enemigo es más numeroso, mejor armado y más experimentado.
No dan ni piden cuartel.
Cuando lleguen será la hora de nuestra muerte. Ya estamos muertos. Somos los muertos.
Entended bien esto, pues es nuesta única fuerza.
Aceptad la muerte. Dejad que llene vuestro espiritu, hasta que se vacie de todo lo demás.
Aceptad la muerte, hasta que el miedo y el deseo de vivir desaparezcan.
Hasta que solo quede en nosotros la fría determinación del trabajo que nos resta,
hasta que la espada que lleva nuestro nombre nos encuentre.
Pero hasta ese ultimo instante lucharemos como hombres muertos. Sin miedo, sin descanso.
Les estrangularemos con nuestras entrañas, les ahogaremos en nuestra sangre.
Les arrastraremos a nuestras propias tumbas.
Y, entonces, nos temerán. Porque no se puede matar a la muerte.


Soy Akileo, de Merendrak. Soy seguidor de Meibel, el Sin Rostro.
Los que seguimos el camino del rompedor de cadenas nunca revelamos nuestro rostro,
salvo en los lugares sagrados, en compañía de los nuestros.
(Akileo se quita el yelmo y el velo rojo que lleva debajo)
Pero yo os digo que este es un lugar sagrado, puesto que todos los dioses nos están mirando
Y tambien os digo que hoy todos sois mis hermanos, y que mi corazón será vuestro escudo en lo que ha de venir.

Cubríos el rostro con ceniza (lo hace), que los que vienen a combatir por una bolsa de oro
descubran lo que es enfrentar a la Legión de los Muertos.
Celebrad vuestros funerales en el tiempo que nos queda.
Si algo hacen bien los muertos, casi tan bien como las rocas, es esperar.

Y los primeros mercenarios acabaron de romper las defensas y entraron.

Y lo que sucedió en ese bastión será recordado por los que sobrevivieron. Y narrarán esa batalla y ese discurso a sus hijos. Y estos hijos harán lo mismo con los suyos.

Y generaciones después, el discurso será recordado, y repetido una y otra vez cuando no quede esperanza, cuando la muerte esté cercana y todo se vea perdido.

Recordad a Chan, y a Akileo. Recordad que un corazón henchido de pasión, es más poderoso que 10 espadas.

Discurso escrito por Roberto Espeita, escritor máquina, y dicen por ahí que buena persona además.
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