Eran las 10:36 de la mañana. Me encontraba en mi despacho, con vistas a la gran manzana. Así la llamaban, pero no era más que un montón de sucios edificios. Estaba irrigándome el café cuando llegó el correo. Pensé en mi novia. Era imbécil. Todos me decían «pero si es diplomada en taumaturgia». Si, era estudiosa, pero tenía que recibir los encargos por correo desde que le dije que le diera mi teléfono a un cliente. Luego no lo quiso devolver, el muy canalla.