watchmen

Watchmen, por Carlos Trasorras

Lo primero que recuerdo es un logo. En la carpeta de David. No sabia que era aquello. Watchmen. No sabia si era un libro, un banda de rock, un comic, una top model. Pero solo con leerlo daba la impresión de ser algo realmente serio.

Es realmente serio. Lo compre por impulso una mañana en que el primer sol de primavera convirtió la idea de asistir a clase de francés en algo obsoleto, en Madrid Comics. Era una reedición de la obra, en dos tomos, y compre el primero. Pasaron bastantes semanas antes de que comprara el segundo. No me gustó.

Sigue sin gustarme.

La discusión sobre si Watchmen es el comic de superhéroes definitivo ya llevaba tiempo siendo la preferida del gremio. Una vez que lo había leído, ya no podía seguir eludiéndola. Pero trate de esquivarla diciendo que si no era el definitivo, si que era el final de los comics de superhéroes. Lo que quería decir es que ha ido tan allá en el terreno de los superhéroes, que se ha salido por el otro lado.

La razón que todo el mundo esgrime como prueba de su carácter definitivo, es que muestra a los superhéroes como humanos. Cuando en esta obra no hay un solo superhéroe. Ni súper, ni héroe. Si hay un montón de gente con una carrera como luchadores contra el crimen.

No hay un ápice de heroísmo en una sola pagina de la obra. Quizá la obra que acomete Ozymandias de salvar al mundo del holocausto pueda ser digna de un héroe, pero la lleva a cabo de una forma nada heroica. El único sujeto con ética heroica es Rorschach, que tiene unos limites tan evidentes que hace difícil tomárselo en serio y su política es de tebeo. El único con poderes sobrehumanos es una computadora azul, sin la menor motivación por intervenir. Cuando por fin reacciona, su motivación mas parece el resultado de una especie de ecuación fractal. Ningún personaje reúne voluntad, ética y política. Eso es lo que mueve la obra, su resorte intelectual y emocional, un conflicto que encuentra ecos en muchos niveles de la obra. A la que, quizá deba decirlo ya, no le encuentro el menor fallo. Solo que no me gusta.

Por que no hay un héroe, probablemente. Pero eso es precisamente lo que ha situado esta obra en un territorio completamente distinto, nuevo e inexplorado, distinto a cualquier comic anterior. El primero en cruzar una frontera. Y yo nunca he sido alguien que le negara a un pionero un merito especial.

Esta falta de héroe, sin duda movió a alguien cuyo nombre no recuerdo a decir que este era el equivalente en comic a Guerra y Paz. Una afirmación evidentemente bienintencionada y apuntada a conseguir reconocimiento y prestigio para este genero, generalmente objeto de chacota, muchas veces con razón. No me veo con fuerzas para enfrentarme a Guerra y Paz. Fundamentalmente por que si he leído Crimen y Castigo y me dejo hecho polvo. Sin embargo, creo que veo la comparación. La misma atmósfera de agotamiento del espíritu humano impregnan la obra del Dostoievsky y de Moore.

Una vez mas la confirmación de lo evidente: aquellos que tienen el poder son iguales a los que no lo tienen a la hora de afrontar su curso de accion, es decir, se conducen según sus anhelos e intereses. Así los héroes pasan de la acción a la inacción movidos por el ego, el desinterés, el deseo, el afán de lucro, lo que el lector elija. Una conexión que si veo con Crimen y Castigo es que en la obra del ruso, el protagonista enloquece por el ansia de expiación de su crimen, Aquí, la posible expiación del crimen de Veidt viene a través de Rorschach, cuya psique esta seriamente traumatizada. Locura, desolación moral, el mismo retrato de la miseria humana sirve de telón de fondo a ambas obras.

Los dos personajes de mayor perfil, Veidt y Manhattan, tienen en común su egoísmo y su frialdad. En el caso del azul, sus circunstancias hacen que su desinterés resulte más aceptable, puesto que hace imposible reconocerle como a un semejante.

Emocionalmente, es muy efectivo, pulsando resortes cuasi atávicos. Algo en nosotros clama por su intervención en esta hora desesperada. La palabra es plegaria. Desde mucho antes de que su novia lo exprese de la misma forma desgarrada, despechada que la indiferencia del azul provoca, reivindicando su importancia por el mero hecho de existir, de ser humana. Su respuesta a nuestras plegarias no es la del dios del libre albedrío, si no la que un entomólogo viendo a dos avispas pelear hasta la muerte. Solo que a un entomólogo le interesan los insectos. Su opinión cambia porque algo que vio en un libro de física le recordó a su novia.

Veidt es más repulsivo. Acaba salvando el mundo, pero igual podría estar hablando de su colección de arte. Lo hace para demostrar que es el hombre del año. Se recrea en la perfección de su trama hasta el punto de no llegar a resistir la tentación de que alguien la vea y se asombre. Pero claro, para no correr riesgos, mejor que sea el azul, a quien todo se le da una higa, y que no duda una viñeta en liquidar a Rorschach. Es el ejemplar humano perfecto, consciente de ello, y nada discreto a la hora de demostrarlo. El completo ejemplo de engreído y pomposo ser extraordinario. Moore probablemente le da antepasados alemanes para amplificar ciertos ecos que su actitud evoca. Una vez más. Se sale con la suya y deja a los demás en la tesitura de tener que aceptarlo y continuar en deuda con él.

Salvo Rorschach. El único contrapeso que nos ofrece esta mas loco que el sobaco de una serpiente. Al dúo anterior solo puede oponer un credo que repite como un mantra: el mal debe ser castigado. El hecho de que su actitud provenga de una mente alienada no nos distancia emocionalmente de él, por que es el único asidero que el autor nos ofrece de manera continua a través de la serie, ya que los otros enmascarados solo intervienen por cuestiones personales, y su función es solamente ser el lienzo en el que Moore pinta el decorado, o personificar las tensiones que el mundo crea en sus habitantes. Su reacción a las revelaciones de Veidt nos sacude de nuestro alivio de ver como el mundo se salva por la campana. Lo que todos deseamos, que Veidt se lleve dos ostias, de repente es demasiado caro. Por eso cuando el azul le desintegra, volvemos a sentir alivio. Amargo como la hiel. Por que te acaban de manipular, ningunear, despreciar e ignorar dos veces seguidas, y tú lo agradeces. Te recuerda de manera nada complaciente tu lugar en el mundo.

Eso es lo que me impide disfrutar de la obra. Y lo que habla en su favor es que sea tan condenadamente eficiente en lograrlo. Aquí es donde entra toda esa magnifica estructura narrativa, todos esos niveles de lectura y resonancias esparcidas con mano maestra por la obra que alguien se encargará de glosar, sin duda. Merecidamente.

» Tal y como yo lo veo, parte del arte de ser un heroe es saber cuando no necesitas seguir siéndolo, dándote cuenta de que el juego ha cambiado y que las apuestas son diferentes, y que no hay necesariamente un lugar para ti en este extraño nuevo panteón de gente extraordinaria.«

Las palabras del antiguo Búho Nocturno son, en mi opinión, uno de los motivos de la obra. Cuando dejar de ser un héroe. Esto se ve a todos los niveles. Hollis dejó de ser un héroe, cuando la edad le pide otras cosas. El comediante deja de ser un héroe cuando puede prosperar haciéndose agente del gobierno, por no decir un asesino a sueldo. El azul deja de ser un súper héroe cuando deja de ser humano. Veidt deja de ser un héroe cuando escoge un método indigno para su fin. Watchmen deja de ser un tebeo de héroes cuando el Sr. Moore asume para su obra postulados completamente ajenos al mundo de los héroes, y toma a unos seres disfrazados y enmascarados para poder forzar la línea argumental e intensificar esos postulados por la vía del contraste.

Es decir, que el único punto de contacto de Watchmen con los superhéroes está los trajes de colorines. Veidt es como los malos de James Bond, y Bond no es una peli de superhéroes. Manhattan es como Anelka. Rorschach es como The Punisher, eso sí.

Por eso digo que no tiene por que ser el comic definitivo de superhéroes, a pesar de que ha ido tan allá en el terreno de los superhéroes, que se ha salido por el otro lado.

Escrito por Carlos Trasorras, alto ejecutivo, viejo rolero y lector en general.
Escribió esto cuando tenía 29 años y llevaba leyendo tebeos 10 años.

Share:
Written by Dovesan
Y a veces, cuando caes, vuelas.