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Diarios de Symbaroum. Markus Van Haerden I

Ya tendrias que saber que los juegos de rol Symbaroum y Tierras Quebradas son mis juegos preferidos actualmente. A continuación, el diario de viaje de Markus van Haeden. Trocalengo. Cazamonstruos. Tras volver de la Tumba de los Sueños Moribundos, nos dió acceso a su diario, en el que va explicando sus viajes, las yerbajas que encuentra y las criaturas con las que se cruza entre otras cosas.

Extractos del diario de viaje de Markus van Haeden.

Primera. La luz del faro.

“… y por fin, tras las últimas etapas del camino de vuelta vemos la luz del faro. A primeras horas de la mañana deberíamos llegar a las afueras. Más allá de Fuerte Espina puedo ver una columna de humo que no puede ser de otro sitio que de Brezosocuro. Ese lugar me parte el corazón, en especial la zona del Vertedero. Aro me ha contado que un tal Padre Sarvola, un sacerdote de Prius no demasiado bien considerado por la orden ha abierto una misión allí. Debería pasar a verle. Quizá pueda ayudar…”

Segunda. Caminos se separan.

“…Dentro de la ciudad Aro y yo nos despedimos por el momento del buen Exthar. Se hará raro no verle por ahí después de compartir estas semanas: ha demostrado ser un compañero confiable y diestro. No hay mucha gente en la que confíe, y el se ha convertido en uno de esa mermada especie. Aunque no estamos de acuerdo en muchas cosas, si admiro su voluntad y su rápida inteligencia.

En un par de días le visitaré en el capítulo de la Ordo, en todo caso hay algunas cosas que me gustaría consultar, quizá hablar con el propio Cornelius si está disponible …”

Tercera. Abrazos y Brutos.

“… cuando Exthar se pierde entre la multitud de una mañana de mercado, Aro se vuelve, con una sonrisa que parece que le va a partir la cara: El Fermento, por supuesto. Aún antes de soltar los petates, quitarnos las armaduras y librarnos del polvo del camino nos dejamos caer por allí. Apenas acabo de pedir una pinta de Veloum cuando Bruto se nos echa encima, al grito de –“¡Markus, Aro, amigos de Bruto!” – Su entrañable abrazo casi nos lleva a la muerte. Bruto es una rara avis por muchos motivos, en especial porque parece ser el único ser sobre la tierra que nos aprecia sinceramente y de igual forma tanto a Aro como a mi. Muy inusual, sin duda: desde un día en que le ayudamos en una diferencia de criterio con un grupo de aventureros muy pagados de si mismos, y las jarras consiguientes tras el satisfactorio romper de huesos y crujir de dientes, el descomunal ogro guarda un lugar especial para nosotros en su desmesurado corazón …”

Cuarta. Enemigo a batir.

“… En el camino a la casa que de momento es nuestro hogar en el fuerte me llaman la atención los coloridos carteles del Abominatorio; al parecer en unos días empieza “la semana del aficionado”, con una serie de interesantes propuestas, una liguilla de combates a primera sangre, la oportunidad de echar unos asaltos con algunas de las leyendas locales y lo que más me interesa: la posibilidad de un combate singular contra un gatosombra: pensé que los habían cazado hasta la extinción por sus pieles (de prácticas y variadas propiedades) pese a la inherente dificultad de abatir a una criatura que puede atisbar unos instantes del futuro en el tapiz del tiempo. La única manera de abatir a estas bestias que se haya probado efectiva es con un buen arco, fuera del radio de acción de sus particulares destrezas. Sin embargo, el encuentro especifica combate cuerpo a cuerpo individual, lo que promete ser una masacre, el jodido bicho es casi media tonelada de garras y mala hostia. A menos que …”

Quinta. Metal y golpes.

“ … también pasamos renqueando con el peso de nuestras mochilas frente a la herrería de Golpefuerte. Debería pasarme por ahí. En unos viejos tratados en la biblioteca de la Ordo he visto especificaciones que podría implementar en mi propio equipo, pero solo un maestro podría llevarlas a cabo. Tendría que tener una charla con el maestro herrero …”

Sexta. Descanso del guerrero.

“ … llegamos por fin a casa. Soltamos los petates, nos desembarazamos de las armaduras. Aro se echa cualquier cosa encima y sale corriendo a la casa de baños. Yo me he parado ha hacer inventario de lo ganado en esta empresa: la lanza de un rey, un arma magnifica que apenas se cómo usar, un equipo de alquimia portátil que puede ser un gran aporte, las armaduras que tendré que entregar en la Ordo para Exthar en los próximos días, y una cantidad interesante de flores de loto purpura y veneno de gato víbora, cuyos efectos concretos aún tengo que certificar. No parece gran cosa, para todo lo que hemos pagado. Recuerdo a Xanatha, su último mensaje, y se me hace añicos el alma que me queda. Cuánto se ha perdido con ella. No merece la pena, sin duda no la merece …”

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Séptima. Dogma y sudor.

“… el padre Sarvola ha sido más, y menos de lo que esperaba: dogmático en su cruzada contra el vicio que entiende como la raíz del mal, pero capaz de una piedad inagotable para los desgraciados. Su fuerza es de un tipo que no entiendo, que no poseo, pero que soy capaz de respetar. Le ofrezco mis servicios gratuitos como medicus, que aunque no puedan ser más que ocasionales son bienvenidos, todas las manos son pocas. El primer día me usan sobre todo de mulo de carga, y no lo veo mal, es gratificante que mi fuerza pueda usarse para algo más que partir cráneos…”

Octava. Nobleza obliga.

“ … hacer amigos nunca ha sido lo mio, incluso antes del cambio, cuando mi verdadera naturaleza quedó revelada a mi pesar. Quizá sea porque hay cosas que no tolero, y suelo reaccionar de formas que más tarde lamento. Casi siempre. A veces no. Mientras estaba ayudando a unos novicios de la misión a mover unas cajas y sacos, unos mercenarios aburridos del Manto de Sangre han tenido a bien deleitarnos con su dominio de la burla y del insulto. Lo hubiera dejado ahí, si uno de ellos no hubiera empujado a uno de los novicios más jóvenes al barro entre las carcajadas de sus compañeros. En guardia en cuestión simplemente no lo vió venir, un palazo en el rostro quita mucha tontería. Al ver que su compañero no se levantaba del suelo, y que un escandaloso charco de sangre empezaba a formarse bajo su cabeza, los dos guardias que quedaban en pie cambiaron el gesto y echaron mano a sus armas. Las mías nunca las tengo muy lejos. En apenas segundos entendieron que lo que restaba de sus vidas no llegaba a minutos, e intentaron recular. Fue el padre Savola el que les salvó, al llamarnos a todos al orden. Es cierto que me cuesta controlarme, pero cuando bajaron las armas y se disculparon me ofrecí a atender a su compañero y a ellos mismos de los golpes, cortes y pinchazos ocasionados. Tras unos remiendos bastante satisfactorios pudieron irse andando. En los siguientes días noté una agradable mesura en el comportamiento de los Mantos Rojos cuando yo ando cerca. Quizás demasiada. Mejor para mi, pero sobre todo mejor para ellos. No soporto a los abusones, he tenido bastante de eso en mi juventud para llenar varias vidas…”

Novena. Planes dentro de planes.

… me he inscrito a “la semana del aficionado” en el Abominatorio a tres categorías: el combate eliminatorio, pelea con tu estrella favorita y gánate la piel del jodido gato. Para lo último, tengo que verificar algunas cosas. Aro dice que soy imbécil, y que para que le partan la cara hay oportunidades suficientes en el bosque. No lo falta razón, no …”

Décima. Hierbas y alquimia.

“… llevo desde que llegue sin pagarle una visita a Oro en el refugio de la Costurera: como siempre, es el hogar lejos del hogar. Me alegra ver que todos están bien, y Oro me comenta que en mi ausencia han llegado varios pedidos. Algunos los puedo hacer, otros no, otros no voy a hacerlos de ninguna manera y para algunos necesito materiales que no tengo, tendré que ir a ver a las hermanas en la Apoteca del Talero. Ver a Oro me recuerda la carta que llevo en un bolsillo desde hace algún tiempo, la carta de una mujer muerta a su hermana y creo que por fin conozco a alguien con la capacidad y la disposición de ayudarme con ello. Ese peso tan leve es una losa en mi alma. El mundo es un lugar terrible demasiado a menudo…”

Undécima. La dura realidad.

«… uno de los monjes de Sarvola me está cosiendo. Me atrajeron a una casa desvencijada y allí me esperaban 8 guardias. El del palazo en la cara me sonrío, desdentado. Supe entonces que no saldría de allí a espadazos, así que nadie desenfundó las armas. Me dediqué a hacerles todo el daño que pude mientras ellos hacían crujir mis huesos. Cuando me llego la inconsciencia habían caído 4 de ellos. Me despertó el mismo niño que me había atraído a la casa, llorando y pidiéndome perdón. Le dije que buscara a alguien en la misión, ya que no podía ni moverme de la paliza que me habían dado. Deberían haberme matado. Alguien debió decirles que un Van Haerden nunca olvida.»


Escrito por Roberto Espeita
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Written by Dovesan
Y a veces, cuando caes, vuelas.