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Kastor, un personaje de Tierras Quebradas

Tierras Quebradas es un mundo rico, lleno de matices y de personajes como este. Y no hay dos sin tres, después de Aquileo y Chan, llega para quedarse el señor Kastor el Mestizo, sangre mereni y templaciana a partes iguales. Kastor es hechicero (que no comerciante) y viajero de profesión.

Como en los otras biografías, al final del artículo podéis descargar la hoja de personaje con la historia y con un pequeño bonus si lo deseáis.

Es el momento de dejar que Kastor hable. Recientemente se encontró con Aquileo y con Chan en Rocas Bajas, y compartió barco con ellos. Después de una experiencia de esas que te marcan, donde los tres murieron y vivieron repetidas veces, Kastor presa de sus palabras tuvo que narrar su historia.

Y a Kastor le gusta hablar de el mismo, como podréis leer.

El Relato de Kastor

– Justo es, cómo dices. Has respondido extensamente a mi pregunta, y no es algo común en estos días. Os agradezco mucho vuestras historias y recuerdos y creedme si os digo que los atesoraré, como otros muchos que guardo para mi. De acuerdo entonces. Este es mi relato. Y puede ser breve o no, según deseéis.

– El camino a Juramento es largo, ¿en dos días crees que podrás acabarlo?.

Tras hablar, el hombre del yelmo ciego hizo un leve movimiento con la cabeza, como retando a Kastor a comenzar mientras jugueteaba con su jarra, ahora vacía. A su lado, el gigante de tez morena sonrió al oírle, mostrando una fila de dientes perfectamente alineados y blancos como la espuma. Apenas llevaban unos días juntos, pero se podía observar entre ellos una camaradería especial. Dicen que el combate y la muerte unen y desunen por igual, con cadenas irrompibles o barreras insalvables. Quizás los hechos de la noche anterior, las muchas muertes que vivieron y compartieron, hicieron que tres personas de sitios tan distintos, sin mucho en común, estuvieran ahora compartiendo vino y cerveza, y charlando como si de unos viejos amigos se tratase.

– Nací en Templanza, como podéis observar por mis ropas y actitud – Kastor hizo un gesto como de saludo o presentación, abriendo los brazos y flexionando levemente las rodillas mientras bajaba el mentón y entornaba los ojos – y como puedes ver en mis rasgos, mi sangre no es solo templaciana, sino también merení. Mi padre me hablo poco de mi madre, y cada vez que lo hacía, la pena le desgarraba. Solo sé que la conoció tras morir su primera mujer, que vivió unos pocos años felices con ella y que de esa felicidad, nací yo.

>> Pero nunca fuí un mestizo al uso. Abracé mis dos sangres por igual. No hay que hacer caso de los estereotipos, y así os digo que ¡ojo con los templacianos!, ya que no todos somos como la mayoría de la gente piensa. Miraros a vosotros mismos, un hijo del Dragón, servidor del caos, y un hijo de Caídos… nada típico que dos personas as vayan juntas y compartan la confianza y el respeto que os tenéis el uno al otro. Y esperemos a conocer a nuestros primos carmesíes, que seguro nos sorprenden.

El mestizo paró un momento de hablar, y acarició su perilla con gesto pensativo.

– ¿No es triste ver como habéis andado caminos tan distintos los que una vez llegasteis juntos, extraños en este mundo? En fin. Es gracioso ver como el destino actúa justamente de la manera contraria a la que crees. El país de donde vengo, no es cuna de bardos ni poetas, y los artistas que lo habitan dedican su “arte” a conseguir mejores tratos, mejores rutas, tejidos más exquisitos que puedan ser vendidos por un precio superior. Y aun así, somos herederos de una antigua cultura, casi desconocida.

Kastor se levantó entonces y abriendo los brazos giró sobre sí mismo mientras gritaba:

– ¡Porque sabed que Kastor el Ingenioso nació en Templanza, tierra de mercaderes!. – y viendo que su audiencia no reaccionó a esa explosion de júbilo y descaro, calló por unos instantes, se volvió a sentar y prosiguió con el tono de antes. – Y lo hizo en una rica mansión, cerca de la capital, Salinas. Y allí pasó sus primeros años haciendo lo que se suponía que debía hacer: aprender del negocio familiar. Era el menor de una gran familia, algo distinto y el único de una madre distinta a la de sus hermanos, y aún así, recibió el mismo amor por parte de sus hermanos y hermanas.

>> Mas quiso el destino llenar su cabeza y su espíritu con deseos que no debería haber tenido. En lugar de alabar y engatusar, un servidor quiso aprender. Historia, leyendas, magia. Como mi familia era extensa y yo era el niño mimado de la casa, se me permitió entrar en la escuela de brujos. Entre nosotros os diré que cualquier cosa que hubiera querido, se me habría conseguido.

Y empecé un camino que resultó ser el correcto para mi. Me gustaba. Me gustaba mucho. No solo la sensación de usar la hechicería, sino tambien el conocimiento, el autocontrol, la paciencia. Elaborar los símbolos arcanos, decid las palabras justas, con la complicadas entonaciones y los cambios de registros… es un arte, amigos míos. Vosotros veis el efecto, pero nosotros, – y dijo esto último mirando a Aquileo – disfrutamos todo el proceso. Y se me daba bien.

Muy bien. Tan bien que pronto superé a mis maestros, y con apenas 18 años les corregía muchas veces.

Se detuvo por unos instantes. El hechicero se dió cuenta que su tono de voz había ido menguando hasta reducirse casi a un susurro. Carráspeo, y prosiguió.

– Y entonces, gracias a los dioses, llegó mi lección de humildad, donde fui consciente de mi mortalidad y de que siempre hay alguien o algo más listo y poderoso que tu. Estuve a punto de morir, pero me recuperé. Y en ese momento, en contra de todo y de todos, decidí cambiar, dejar mi tierra, la escuela y conocer de primera mano el mundo de las Tierras Quebradas.

>> Y así lo hice, leí, leí y leí una vez más hasta que mi mente quedó templada y llena de conocimientos útiles. Y viajé, viajé y seguí viajando, de Norte a Sur y de Este a oeste de nuestra pequeña Isla. Y cuando Templanza se quedó pequeña, me enrolé en un barco y viajé, viajé por donde pude. Primero al sur, a Tres Valles, donde juro que volveré, y de allí, superando los Montes Óseos conocí el Gran Desierto y encontré el amor en Nasher.

Kastor se detuvo por unos momentos. Sonrío levemente y miró al suelo durante un par de minutos. Luego, prosiguió su relato.

– Respecto a mi familia, poco a poco me fuí alejando de ella, no por discusiones o desavenencias sino porque nuestros objetivos difieren en mucho, y además la distancia enfría los sentimientos. Aun así, siempre tengo tiempo para escribirles y relatarles mis viajes. De vez en cuando me hacen llegar alguna carta cuando me quedo más de 2 días en algún sitio. Les va bien.

>> Pero dejadme que prosiga. ¿Dónde estaba? Ah, si, en Nasher. Después de dejar la ciudad de arena, mi búsqueda me llevó al norte de nuevo. Cruzando el Mar Ventoso atravesé el estrecho de las Lamentaciones y llegué hasta la tierra de mi Madre, Merenomin. Y siguiendo los pocos detalles que tenía de ella, y el anillo que aquí veis, en mi dedo, encontré a mi familia, de la cual no hablaré.

Hubo una pausa para beber un largo trago de vino. Una sonrisa, y el relato continuó.

– Llegué a los Bosques del Origen, a la Bahía de los Narvales, viví un mes en la ciudad portuaria de Dende. Con lágrimas en mis ojos deje atrás las tierras de mis antepasados y volví al Patriarcado. En Lucerna conocí el miedo, fuí apresado y a punto estuve de ver el cadalso en Entrelagos. Pero se ve que no era mi hora. El relato de como pude escapar bien podría llenar un libro. Huí a través de las cloacas y más tarde los bosques, atravesé los Marjales Malditos y llegué hasta el Monumento de los Mártires, donde encontré 1000 historias narradas por sus protagonistas, ¡que dos meses tan maravillosos!.

>> Luego a Frondas por el paso de Termas Santas, y tras pasar unos días en Excelsa, decidí conocer a tus primos carmesíes. Y aquí estoy ahora, rumbo a la Isla Pluviosa.

– Buena historia. – dijo Aquileo llenando de nuevo la jarra de Chan y mirando la muñeca derecha de Kastor, justo donde un haz de luz de luna rebotaba contra la superficie de su brazo de plata, – pero quizás se te ha olvidado hablarnos de algo.

– No. No se me ha olvidado. Simplemente, no lo he hecho. – y con una sonrisa de oreja a oreja levantó su jarra y la vació de un trago.

– Podría contarla, -prosiguió- pero solo si vos, Maese Aquileo, me contáis porque llevando un yelmo ciego sois capaz de moveros como si viérais perfectamente.

Aquileo sonrío, levanto su jarra y la apuró también de un trago. Instantes después, le siguio Chan.

– ¿Y qué hará el gran Kastor una vez haya recorrido las praderas escarlatas? – comentó el imanguke.

– ¿Quién sabe?. He oído que Imanguk está precioso en invierno, debe estar ya en la estación lluviosa ¿Qué me dices, Chan? ¿Es tan bonito como dicen?

– Más – dijo Chan elevando su jarra al cielo.

– Bebamos pues por Imanguk, por Merendrak, por Templanza y por todos y cada uno de los países de estas Tierras Quebradas que habitamos.

Unos marineros que bebían a escasos metros levantaron también sus copas.

– Os propongo un brindis: – gritó Kastor mientras se subía a un tonel – Por los amigos ausentes, los amores perdidos, los viejos dioses y por las Tierras Quebradas. ¡Y que cada uno de nosotros le de al destino su merecido!

* * *

Chan, Aquileo y Kastor bebieron durante toda la noche y siguieron intercambiando historias. Al amanecer del siguiente día les despertaron los ruidos de los marineros que preparaban el barco para entrar en Juramento.

Lo que sucedió en Juramento, no es cosa de este relato. Baste decir que hubo cosas buenas, y otras no tan buenas.

Que los caminos de Aquileo, Chan y Kastor se volvieron a encontrar, y que esa vez no salieron tan bien parados como en la anterior.

Tras despedirse en el puerto, Kastor vió como una pequeña comitiva recibía a Aquileo, Chan y a su señora Estela, y cómo montaron en una carroza y se dirigieron al interior de Juramento. Era un día frío, pero soleado. Juramento despertaba, y la Biblioteca Invisible esperaba, así que se puso en movimiento. Primero alquilar una habitación en una buena posada y luego dirigirse a la universidad, donde Galatea, subdirectora de la biblioteca, le esperaba.

Realmente, fue un viaje en barco muy interesante. Murió y nació varias veces, lo que le enseñó que incluso el tiempo no tiene por que funcionar de forma lineal en todos los sitios. Conoció a dos personajes curiosos, y en el escaso tiempo que compartieron, aprendió cosas de ellos, y ellos de él.

Pero Kastor no les habló de su verdadera búsqueda, ni les dijo porque realmente acudía a la Isla Pluviosa. Tampoco les hablo de su búsqueda: los Planh. Ni les mencionó porque tenía un brazo plateado.

Y mucho menos les contó, que le dijo el ente de nombre Evod, en el aciago día que perdió su brazo.

No, esas historias serían contadas en otro momento.


Descarga el Personaje y su historia.

¿Deséa saber más de Tierras Quebradas?

Tierras Quebradas, Aventuras entre la Ley y el Caos, de Ediciones T&T

Blog de Carlos Ferrer, autor de Tierras Quebradas

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Written by Dovesan
Y a veces, cuando caes, vuelas.