O´RIORDAN

El milenarismo va a llegar. ¿Por qué asaltaban su mente pensamientos sin sentido? Tendré que hacérmelo mirar. Me han dicho que hay unos psicoterapeutas excelentes para la gente de Sunset Boulevard. Los Doors martillean mi mente desde el radiocassette. Sentado al volante de aquella destartalada camioneta, escuchando los ruidos que procedían de aquel no menos destartalado motel, con el motor tosiendo y en posición, moví la cabeza apesadumbradamente. Estaba allí por que no tenía otra cosa mejor que hacer. Muerto aquel al que fui a matar, flotaba en el mundo. Mercedes clase E 55 AMG. 500 caballos para un salón rodante. El lío de Chicago me venía grande. Pero bueno, la camioneta llena de explosivos y mis armas, pertrechos y municiones que voló el Succubus con sus nuevos inquilinos fue sólo por joder. Le tengo que recordar al psicoterapeuta que cuando no se que hacer, me da por hacer volar cosas. No sé si será malo. Sólo me quedé con Becky, con una Colt y un subfusil H&K. Uno no puede llevar por ahí escopetas, fusiles de asalto y explosivo plástico como para armar un pequeño país. Mirad el rostro de la divina muerte. Contemplad vuestro destino sin arredrarse. Vaya, ya llega el rumano. No sé como contentarle. A sabiendas de que iba a ser un viaje largo, quemé mis viejas ropas, me baño a diario, y me visto correctamente. Ya que vamos a LA, llevo una gorra de Apple. Nada de mitones deshilachados. Mi nuevo abrigo se lo robé a un yuppie cerca de  la Torre Sears al amanecer, y en la etiqueta dice que es de Londres. ¡Londres! ¿Quién va a Londres a comprarse un abrigo? Tiene un aspecto imponente. Mis vaqueros están limpios y sin mácula, son nuevos, y sin desgastar. Ni siquiera tienen manchas de sangre, ni de su anterior dueño, ni posteriormente añadidas. Y las botas de cowboy tenían en el escaparate una etiqueta con un precio de 450 pavos. O sea, que son de las buenas. Una buena plancha de acero. Una que dirija la deflagración contra el muro, lo vuele en pedazos, que sean la mejor metralla, y que funda el revestimiento antiincendios. Una camiseta de “Liberad a Wynona” completa mi vestuario. Recojo mis melenas grises con la gorra, y Becky me rasura todos los días. Pues bien, para muestra un botón. Llega Ivo. Ha logrado vestirse de una manera elegante con ropas encontradas en un motel infecto. Será un poder. Con el boquete formado, y la puerta justo al otro lado del edificio, habrá un buen efecto chimenea. Esta noche habrá carne a la parrilla estilo O’Riordan. Se sube a la camioneta como si fuera a su propio entierro, y me espeta: “Desentona la cerilla”. Por que muerdo nervioso, mirando a todas partes para que no nos pillen, un fósforo. ¿Y al puto Puff Daddy no le desentona?, ¿No es lo mas cool?, le respondo. Me mira como si fuera el Papa y estuviera blasfemando en su presencia. En fin, por lo menos ya no me mira como si fuera una bolsa de basura fermentada y llena de líquido. Desde aquí podré disparar a ese cabrón traicionero. Sus gorilas, sus poderes y su mierda no me detectarán. Estarán demasiado ocupados con las explosiones y disparos de distracción, aunque les hayan avisado sus alertas y percepciones. Tienen mucho a lo que atender. Sale Ian, con un delicioso olor a gasolina rodeándole. Parece tener ganas de bronca. Bueno, esto no dice nada nuevo de él. El bueno de Ian menea la cabeza y dice que está hasta la polla de borrar las huellas de nuestras correrías. En fin, otro difícil de contentar. Como si él no hubiera contribuido a llenar la despensa. Me dijo que fui cruel al practicar el tiro con aquel cabrón proxeneta. . Vaya, el primero contra el blindaje de la limousine. Sólo hay oportunidad para uno más antes de que lo introduzcan. Joder, en todo el cuello del gorila. Y cómo sangra. Las balas plásticas de alta velocidad es lo que tienen. Largando de aquí, no apuremos nuestra suerte. Como si le hubiesen crecido las piernas por que no lo hubiera hecho. Y se las cortó él. Y bien merecido se lo tenía, joder. Debería recordar por que todos tenemos un aspecto tan lamentable. Mi brazo aun aparece del  color del hígado y sin vida, apenas si puedo moverlo adecuadamente. No le guardo rencor a Ivo. Simplemente, no era el momento adecuado para bromas. Ian se empeña en dejar de parecer la mascota de Iron Maiden. La verdad es que tiene razón, no se puede ir por ahí con ese aspecto, pero le quedaba muy mono. Lástima que necesitemos tanta sangre para regenerarnos. Pero bueno, así es la vida, y que cada perro se lama su pija. Ian monta dice ¡Adelante! Como Donald Shutterland en “Los violentos de Kelly” y arranco a toda pastilla, con mi nueva técnica para conducir consistente en hundir el pie en el acelerador y tratar de esquivar todo aquello que se pone por delante. Quizás debería desmontar el pedal del freno. Total, sólo me molesta, y California está lejos. Ian me recuerda que William conducía mejor. Si, pero yo no estoy muerto, le recuerdo. Aguzo mis sentidos al máximo. Percibo la Colt en el bolsillo, Becky al cinto y el H&K en mi espalda. Podemos ir cualquier sitio.

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Written by Dovesan
Y a veces, cuando caes, vuelas.