Camino De Oro. Relato De Una Búsqueda En Las Tierras Quebradas
La búsqueda de Akileo continúa. Y Mashak, el gran Mashak, habla. Esta vez un ¿encuentro? en un templo olvidado ofrece una extraña oportunidad para nuestro héroe.
Akileo y Chan son dos personajes del juego de Rol Tierras Quebradas, creado por Carlos Ferrer.
Las puertas del templo se habrían a la oscuridad como la boca de un gigante bostezante. Bajo él, las ruinas de una pequeña ciudad que el pasado año había sido populosa y vibrante. Ahora, con sus muros caídos y sus torres derribadas era un mausoleo en el que apenas quedaba una sombra de vida.
Chan se había quedado en una hospedería que habían encontrado casi intacta, como intacto estaba el almacén secreto de vituallas de la familia, algo que hubiera hecho las delicias de un saqueador. El viejo guerrero estaba tomando unos encurtidos con un vino fresco de las tierras del sur. La carne seca parecía de excelente calidad, y llevaban casi una semana comiéndose a los depredadores lo bastante grandes o desesperados como para atacar a un par de guerreros bien armados, así que cuando Akileo comentó que quería explorar un poco, Chan bufó y se sirvió otra generosa copa de vino, haciendo un mudo brindis, mientras examinaba con ojo experto el botín que habían venido a buscar.
Akileo había llegado hasta el templo en ruinas pausadamente, vigilando las sombras, la enorme espada desenfundada al hombro. Se había dado cuenta que había una presencia, una forma humana que el percibía y Chan no, que se había mantenido en la periferia de sus sentidos desde que entraron en la ciudad arrasada, siempre marcando una dirección.
Alguna intuición le había prevenido de comentarle nada a su compañero, percibía que la presencia de este en lo que estaba por venir no sería bienvenida, y era algo que le llamaba poderosamente, desde el mismo centro de su espíritu, una llamada a la que debía acudir.
La figura, algo entrevisto como un hombre envuelto en los harapos de una túnica, portando quizá un cetro, le llevó sin error hasta el centro de la ciudad en el que se alzaban las ruinas de un palacio y de los edificios colindantes, sin duda mansiones de la nobleza local. Frente a estos, el templo frente al cual Akileo dudaba había tenido mejor suerte, aunque no había escapado indemne: las puertas arrancadas eran signo evidente de que poco o nada de valor quedaría dentro, en esa ciudad solo los botines más secretos aguardaban a augures y adivinos, los que pudieran cruzar el desierto sin que se los comiesen los lagartos gigantes.
Podía ser una trampa, le habían atraído hasta ahí, pero, ¿con que fin? Tenía cicatrices que hablaban de los excesos a los que nos lleva la curiosidad.
… Akileo …
La ¿voz? venía del interior del templo. Había antorchas encendidas ahí dentro, notaba la danza del fuego a intervalos regulares según avanzaba el pasillo hacia el interior del lugar.
… el conflicto debe tener un propósito …
Le había dicho eso a un dios, no hace tanto tiempo. Eso le decidió, y con paso firme se internó en el templo. A los lados del corredor, estatuas profanadas de dioses menores, condes y duques de la corte del Caos, cuando las fuerzas de la Ley habían tomado la ciudad no habían sido gentiles. Apenas reconocía a alguno, simplemente eran demasiados. Se paró un instante frente a la estatua de un hibrido de humano y escarabajo de cuatro brazos, que portaba dos espadas y dos cetros. La cabeza de la estatua había sido arrancada y colocada entre sus pies y, desde allí, parecía mirarle con reproche. Akileo sonrió para sí. Esa era una historia interesante.
Al fondo del largo pasillo había una amplia estancia, de la que partían a su vez otras estancias y pasillos. En el centro, reinaban los despojos de lo que había sido una pieza de arte, la estatua de uno de los ocho poderes mayores, del Caos, esculpida por un artista y vestida de paño de oro. Mashak, el tirano.
… todo es vanidad, nuestro hermano mayor Shador se lo acaba llevando todo, salvo los conceptos, que persisten …
La sombra estaba junto a el, paseando por la sala, atravesando los cascotes como si no estuvieran, mientras la voz le llegaba en un susurro cómplice, seseante.
– ¿Quién eres, sombra? – dijo Akileo acomodando el peso de su espadón sobre el hombro, sin descartar aun el tener que usarlo y si sería de alguna utilidad contra algo que atravesaba paredes – ¿Qué quieres?
La sombra pareció estremecerse, Akileo entendió que se estaba riendo disimuladamente.
… quien soy y que quiero. Esas son las preguntas que definen la realidad de todo ser consciente. Me encantaría contestar a eso, pero nos llevaría eones, y no tenemos tanto tiempo. Hay, ya sabes, reglas …
-Más sencillo entonces – dijo Akileo, picado – ¿Por qué me has atraído a este lugar, sombra?
La figura caminó al interior de los restos de la estatua derribada, y la voz le llegó de algún modo desde allí, más fuerte que antes.
… el dónde, porque este lugar era mi casa, una de ellas al menos, y aún guarda una parte de mi esencia en estas maltratadas rocas. El porqué, para tener esta conversación con un individuo prometedor, tu, que quizá comparta una parte de mi visión …
-¿ Y que visión es esa? – dijo Akileo
… el conflicto debe tener un propósito. Eso le dijiste a mi hermano pequeño. Nadie diría que lo es por su tamaño, pero últimamente, y digo últimamente en sentido muy amplio, se alimenta bien. Todo esto – dijo la sombra con un vago gesto hacia la destrucción que les rodeaba – en cierto modo pertenece a su dominio. Pero estoy divagando …
-Hablas de Meibel – dijo Akileo – le dije estas palabras a él…
La sombra salió de la estatua y acercándose a Akileo le puso un dedo en los labios, reclamando silencio.
… sssin nombresss, querido amigo… – siseó la sombra, apresuradamente – … al menos, no essse nombre. No le queremos aquí ahora, ¿verdad?… – Con esto la sombra dio un paso atrás y pareció respirar hondo – … tiene un notorio interés en tus andanzas, si le nombras podría oírte, incluso en este lugar que aún me recuerda. La ciudad fue suya hace no mucho tiempo, a fin de cuentas. Pero hablábamos de conflicto, y de propósito …
– Te escucho – dijo Akileo, cruzándose de hombros.
… y yo te escuché a ti, cuando te dirigiste a los refugiados que intentabas llevar a la salvación, cuando con un breve discurso convertiste a un puñado de ovejas asustadas en guerreros determinados a pelear hasta el fin. Eso es dominio. Y dominio, es lo que yo represento, la capacidad de gobernar los corazones de otros para alcanzar un fin mayor. Con mi patronazgo, podrías dirigir los dones que te ha otorgado mi hermano hacía un fin más allá de la destrucción sin sentido. Podrías gobernar …
Akileo reflexionó un momento.
-Mashak. Eres Mashak – dijo, mientras un escalofrío le recorría el cuerpo al ser consciente de con quien estaba hablando.
… duque Mashak, querido. Pero sí. Culpable. Y ahora, hablemos de lo que puedo hacer por ti, de lo que puedes hacer por mi …
Cuando Akileo salió del templo en ruinas estaba amaneciendo. No le sorprendió encontrar a Chan en las escaleras, con los caballos preparados, fumando su pipa.
-Ya te lo he avisado alguna vez – dijo Chan, sin volverse – el surco que deja esa monstruosidad a la que llamas espada cuando andas lo podría seguir un ciego. Uno de verdad, quiero decir, ya me entiendes.
Akileo sonrió. Había sido una noche larga, en la que había entregado algo, ganado algo, el tiempo diría si había salido ganando o perdiendo. Ahora su mano derecha servía a Meibel, pero con la izquierda haría la voluntad de Mashak. Esperaba poder encontrar en esta dualidad el equilibrio que le faltaba.
… Meibel te prometió un camino de hierro, yo lo adornaré de oro, pero lo importante es a donde te llevan estos caminos: al final hay un trono, Akileo, un trono forjado en hierro y oro…
En ese momento recordó algo que le dijo su madre, hace mucho: “los dioses mienten”.
Con esos pensamientos dando vueltas en la cabeza Akileo abandonó la ciudad en ruinas en compañía de un Chan inusualmente dicharachero, algo que podría explicarse por el par de barriles de vino y los sacos de viandas sujetos a las grupas de los caballos.
-No más lagartos por un tiempo – dijo Akileo.
Chan sonrió de oreja a oreja.
Historia escrita por Roberto Espeita. Solicitada y pagada con PXs, torpemente editada por este vuestro más humilde servidor. |
Leave a Comment