O´RIORDAN
IVO
¿Tiene algún sentido buscar una belleza? En mi caso, una belleza concreta, pero en el caso de cualquiera, cualquier belleza.
¿Dónde está? ¿Dónde radica? ¿Está en el ojo del observador? No. Lo he comprobado. ¿Está en la mente? Tampoco he encontrado evidencias.
Escrito por Alberto Rodríguez
El hombre de negro se colocó el guante de cabritilla despaciosamente, casi como un cirujano. Entonces habló, como hablan las armas, como hablan los hombres que acostumbran a usar armas, en disparos, casi como pequeñas explosiones.
– Si de veras le quiere muerto le costará tiempo.
– Tengo suficiente dinero como para enterraros en él.
Comencé con los juegos de Rol en mi primer año de universidad. Con Vampiro algo más tarde.
Tuve la suerte de encontrar a un grupo de jugadores únicos e increíbles: literalmente, eran únicos, nada de clones e increíbles en todos los sentidos, incluso en el de repartir dinamita en partidas de la Llamada. No me acobardé, ni ellos pudieron impedir que entrara a formar parte de su club: La Hermandad de la Estrella Negra. Olé. Poco dramáticos éramos.
Ian
Un mosaico rosado, corroído, tapizado de amarillentas pústulas donde el hueso, emergente, ha cortado la piel. Sin rastro alguno de cabello en el cráneo, que brilla en la mortecina luz como la cúpula de un templo pagano. La nariz, rota un millón de veces, hasta parecer algo que ni un perro hambriento se comería. Un ojo más alto que el otro, el izquierdo casi el doble de grande. Y la boca… una inexpresable colección de serruchos que hicieran innegables pero inútiles esfuerzos por encajar. Mi cara en el espejo. Perfecto.
He recibido de oscuros y sarcásticos Dioses, gentuza sin duda con demasiado tiempo libre, una maldición y un don: la maldición es llegar al peor sitio exactamente en el peor momento; el don es la suerte del demonio. La maldición es infalible; el don, no tanto.
También nací con una inevitable tendencia a la calvicie y a la miopía, únicas herencias paternas que considero dignas de mención, así como de mi madre heredé la curiosidad y el olfato necesarios para descubrir los secretos de los demás, con la incansable perspicacia de una beata solterona en una ciudad pequeña.
Pude haber sido periodista y haber ganado el Pulitzer, pero me hice policía. Y no pregunten por qué. Mi psiquiatra y yo aún estamos estudiando el asunto.
Escrito por Alberto Rodríguez.
Los dos hombres fumaban nerviosos en el interior de la camioneta. La tensión era tan grande que se diría que estaban respirando mantequilla en vez de aire. El que no conducía se atrevió por fin a hacer en alto la pregunta que martilleaba en el cerebro de los dos:
– ¿Crees que hacemos bien?
– La lucha es así. Si todos permanecemos quietos mientras se nos empuja y no arrimamos el hombro en la medida de lo posible para empujar, pronto nos acallarían como a perros sumisos y falderos. – dijo el otro queriendo parecer seguro y confiado.
– ¿ No deberían dar una oportunidad al acuerdo del Viernes Santo?
– Ese es un acuerdo-trampa para el pueblo irlandés, Duncan. El viejo IRA está ya tan acostumbrado a ser el poder que ha olvidado al pueblo de Irlanda, y lo ha traicionado con tal de ver sus culos sentados en las poltronas de Stormont. Mi deber como irlandés es no ceder ni en estas circunstancias ante el enemigo, y ayudar con mi pequeña aportación.
Quizás fue porque había leído demasiadas novelas de James Bond; quizás la causa fue un defecto congénito o alguna lesión cerebral producida en mi ajetreada infancia (como cuando Tía Mae me tiró a la cabeza el tarro de compota), pero el caso es que cuando llegó el momento de plantearme el qué hacer con mi vida, me hice poli. Es más, poli en Denver.
Que Dios me perdone.
Ian. Ian Blackwood. Vampiro Brujah. Una de las columnas de la campaña que jugamos en mi Club de Rol hace ya más de 20 años. Un True Brujah cuando aún no sabíamos que era un True Brujah.
Podría estar hablando horas sobre este personaje. Y días sobre el jugador que lo interpretaba, Roberto Espeita (creador también de Jacob y que resulta que tiene un blog). Pero dejemos que sea su propio creador el nos hable de el y de su origen.